Después que la arena del reloj se
gastó,
tras las vivencias buenas y malas pero
asumidas,
a posteriori de la historia mal
rematada,
quedan lecciones desaprendidas,
enseñanzas que se tatúan sin
consentimiento,
imborrable y permanente tinta inyectada
en la piel.
Evitaba el odio obvio que habitaba en
la vida,
pues pirografiado lo luciré en mi piel
para siempre,
y donde brilla más esa esencia es en
mi actitud.
No renuncio a ellas, son subconscientes
enseñanzas
que condicionarán mi incierto
porvenir, me rayarán el alma.
No evado mis irresponsabilidades, no
las rehuyo ni temo,
aunque sí me asusta el cambio que
puedan provocar,
no seré malagradecido y aprenderé de
las maldades,
no renunciaré a lo que el camino me
obligó a asimilar
porque , en el fondo sé, que de algo
servirán.
No me avergüenzo de haber sufrido ni
soñado,
no me arrepentiré de haber querido
cambiar el mundo,
empezando por ti, no me de-construiré,
no seré un tránsfuga de mi mismo;
no pecaré de fracasado estudiante
no acallaré los gritos de mi alma,
corazón callado no vale nada,
pero vida malvivida , adoctrina
corazón.
Me reservo los insultos a una bruja
dirigidos,
y asumo las cicatrices como
directrices,
que encaminan mi destino hacia la
rueda
en la que el azar provoca giros
imposibles;
imposible puede ser resucitar, pero no
malvivir.
Y aunque el destino se me antoje
indefinido
yo le adjunto un clan, y le llamo
clandestino.
Lo que resta es callar la memoria y
enterrarla
para no acuñar ensañados sentimientos
osea de mañana en adelante nada será
imposible,
lo que posibilitará la aparición de
mojadas sirenas,
y que sus dulces cantos me rescaten de
aguas turbulentas.
A una sirena que escucho
poco pero sueño mucho.